Mi padre tenía una hija, (no soy yo, tampoco mi hermana, vengo de esas familias modernamente disfuncionales, así que yo cuento lo que me contaron).
Ella se iba a casar, por cierto, con alguien de alta ralea (dícese de alguien importante socialmente) lo cual ameritaba una fiesta digna de tan noble caballero y de tan noble familia -léase con tono de sarcasmo-…
Inciso explicativo necesario.
Antes de avanzar con el cuento, creo que debo hablarles algo sobre mi padre; él es un hombre extremadamente práctico, inteligente y poseedor de una mente muy lúcida; su capacidad de ver las cosas más allá de la realidad libre de emociones, es algo que, afortunadamente heredé (cuña comercial innesaria). Te dice: Si o No, sin darte explicaciones, dice que las explicaciones no van a cambiar el hecho.
Fin del inciso.
Sigamos con el relato:
Como era de esperarse se hicieron todos los protocolos sociales, y llegó el día de pedir al mano de la joven, el día del evento los padres del novio entregaron la lista de invitados y todas las especificaciones de la fiesta (Banquete, lugar de la boda, etc, etc.) incluidos los costos, obvio, para que mi padre lo pagara, ya que la tradición impone que así se haga.
Mi padre no se molestó en ver el papel y sólo dijo:
– Yo les voy a regalar UNA LAVADORA.
Como me hubiera gustado ser la mosca en la pared para ver la cara de todos; ese momento, los padres del novio, el novio, la madre de la novia y la novia, pusieron el grito en el cielo. Los argumentos iban desde que era la primera hija que se casaba, la nobleza y abolengo de la familia del novio, hasta el siempre y tradicional: “Qué dirá la gente”; ante lo cual mi padre sólo decía:
– UNA LAVADORA
Los días pasaron las insistencias subieron de tono y mi padre sólo respondía:
– UNA LAVADORA
Sin un argumento, sin una explicación, sin una palabra de consuelo, sus razones -como él dice- eran de él. Mientras el sonido terco de esa “Lavadora” pasó de modo lavado a centrifugado, es decir que nadie le iba hacerle cambiar de opinión. Frente a la negativa de mi padre de colaborar en el evento, los padres del novio se pusieron manos a la obra con la anhelada y costosa boda.
El día por fin llegó, mi padre asistió a la boda junto a su familia y la lavadora. En la recepción: el resentido suegro, ya pasado en copas, decidió aprovechar la oportunidad para humillar a mi padre con un discurso, más o menos así:
– Toda esta boda es gracias a mí esfuerzo porque el padre de la novia decidió no poner nada – léase con tono de ira.
En ese momento mi padre se para, con toda la soltura, pecho erguido de orgullo, toma el micrófono y dice:
– Claro que puse, yo puse UNA LAVADORA
Todavía no entiendo como sobrevivió, él dice que no se acuerda que pasó luego, creo que le dieron su buen golpe y la amnesia se hizo presente.
En fin, la boda terminó y en pocos años, el matrimonio de los jóvenes y ¿adivinen qué? La hija de mi papá regresó a vivir con él luego de su divorcio y ¿adivinen con quién?
¡¡¡¡Pues con LA LAVADORA!!!!
En mi familia usamos como respuesta: UNA LAVADORA, para que sepas que nuestra decisión es firme, que no importa lo que digas estamos convencidos de nuestra decisión y que al final te vas a dar cuenta que lo que hago es correcto para todos.
En verdad ayuda estar en LAVADORA MODE.